Desclavaste los clavos que estaban en mis alas ¡y me permitiste volar!, volar hasta tus manos donde me tienes guardada. Yo aún te tengo en mi pañuelo entre la lluvia y la luna mientras me sumerjo en el café de todas mis noches y suspiro en cada escala que doy para llegar al largo muelle en que ya no brindaremos con un té lleno de tarde.
¡Veremos!....
¡Ve!....
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