miércoles, 16 de febrero de 2011

Otoño rojo



Por un momento pensó en dar la vuelta y elegir otro camino. Muchas veces el lecho de la esperanza desvanecía en su pecho, ¡si! ¡si! tomaba decisiones para elegir un nuevo camino, no sabia si el mejor pero si el que le devolvía el cantar a sus sonidos. Tantas veces fueron que hasta no recuerda el número exacto pero lo quería de una manera inexplicable de una manera tan dulce pero al mismo tiempo de una manera tan infame,es que a ella le gustaba ver en él su otoño rojo que jugaba en separarse de besos y abrazos que le daban vida, una vida que él necesitaba para mirar desde aquí distante. Los caminos se separaban mientras él no se quedaba mirando las musarañas, cómo hacerlo si él sólo era un otoño rojo que se deshojaba de una temporada primaveral (¡si quizas si! ) y ante ella se quedaba desnudo mostrando sólo sus ramas y era cuando ambos entendían que no interesaba la intensidad nocturna de sus vidas, ni siquiera que ambos eran reflejos de espejos dispares porque en esos momentos los caminos unían un sólo recorrido siendo prisioneros del mismo cielo sin rostros de tinieblas, sin interesar que veían hacia otros caminos ¡nada interesaba ! cuando él la miraba y depositaba en sus manos palabras que al tocarlas él las volvía más sencillas. Se querían de una manera que borraba pasados, futuros y hasta el presente para sólo envolverse en el momento, el momento en el que sólo los dos se querían bajo la luz de una luna con párpados cerrados esperando (¿será?) que pudieran los dos bailar cubiertos del manto de la luz misteriosa de su luna.
Es que ella era la única que quizás realmente lo veía. Él sólo la quería.

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