martes, 20 de septiembre de 2011

Flor Nocturna

  



         I
Hay caminos de ojos profundos que aletean en una noche
donde caen hojas húmedas de un vientre sin ecos
donde duro de pasiones coge en sus manos un vestido de besos
de esos que ruedan en los pies de un sólo viandante.
       
          II
Ancha noche amarrada a un clima descubierto de palpitante individualidad
que ataja las palabras, boca, corazón, piel  o el sonar de campanas
que la estadía de unos ojos abiertos o cerrados le pueden brindar
porque ella duerme en su alma, frutal, madura y cerrada como flor nocturna.

         III
El viento, el viento arremolina los últimos gritos
corre sombras y muerde bocas de ciruelas.
¡Eres mía! ¡De mis infinitos sueños! ¡De mis sueños solitarios!
y sé que es tu tiempo, aquel tiempo en el que sólo tú y ellos son tu mejor compañía.

         IV
En noches como esta quebradas caprichosas trepan trajes de invierno
llegan hasta sus dedos olvidando las estrellas con espinas del "te veré"
y se transforman en un cúmulo de árbol de lluvia que reducen en un racimo
la sal azul que corre lentamenta por la trama de los tejidos invisibles de su "ser sólo ella".

jueves, 8 de septiembre de 2011

Mus Araña





Tu presencia desvanece imágenes
ancla corazones de cartón
de esos que colocas al filo de una ventana
para que puedan llenarse del viento y el sol
para que puedan amar una noche de luna vestida de novia
en lo alto del cielo entonando una hermosa canción
Es fácil dar círculos palpitantes cuando me miras y cuando no
saber que te tengo en mi almohada y en los bolsillos de mi pantalón
y que creas ruidos insolentes que abrazan mi corta voz
como un gorrión de angosta melodía
de largas orejas pasando en una calle fría
Entonces es cuando recuerdo al poeta Pablo
que me susurra a mis oídos sus poemas de amor
y sé que quizé y el querer se vuelven tan lejanos
como la bala de plomo que metí en mi corazón.
Quize y no. Extraño y no.
¿Cómo retener a aquellas sábanas de colores más puros?
Es un pacto firmado
Una musaraña que no sale de su nido
Un aleteo de pestañas que miran al interior de su vida
con estampillas y sin aglomeración de gente.
Y aunque se vive  con la confidencia de caricias,
de lágrimas de sal en su rostro
de besos silvestres que le acompañan
de un otoño rojo presente,
dice aquel hombre sentado alrededor de su cuello:
"que siempre son ella y las musarañas
en el nudo de espejo que ella creó".