sábado, 8 de octubre de 2011

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Te presentas afilando sus espinas
desahogando el lomo de su vacío
volviéndolo oblicuo cuando tu abruptamente
caes en uno de los vértices de su silencio agónico
cuando ella te nombra mudamente.

El andar dadivoso de tus manos invade matinales tardes
deslizándose por la dureza de una raíz
que teme dejar de ser ella
al arrullar tus suaves olas de laguna
en el laberinto sobresaltado de su fuego.

¿Podrá ser aquella presencia la que cante
en las ramas de la mañana y albergue sus noches?
La forma de tu cuerpo deja alegre la tristeza
y las lágrimas se convierten en pañuelos
en pañuelos agitados por el viento que expiran en tu corazón inquieto.

Frases tuyas se deslizan en el jardín de sus encuentros,
el vestido de tu pelo voltea la cara a la ciudad
donde se abren como sombrillas nuevamente la palabra ilusión
en una de las barcas de sus interminables viajes de vida
donde sin importar el por qué tallaras tu nombre
en el punto de luz que irradia sus letras, tú siendo el poema.








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