domingo, 28 de noviembre de 2010

Gafas oscuras

Como una ánima paraba en la ciudad, sentía que no era perfecta para ése mundo desteñido. Ella rondaba en el purgatorio cuando dibujaba lo blanco y lo negro cogiéndose de las normas y costumbres que solían entreverarse entre la multitud.
¡A veces no la entendía!- siempre- cuando usaba sus gafas oscuras y chocaba contra la gente hundiéndose en los rincones de las calles y, a pesar de eso, reía reía nutriendo el silencio que el ruidoso día le ofrecía. Es cierto que también veía en ella como ríos se deslizaban por sus mejillas producto de un jugo de rosas espinosas pero su risa- íntimamente unida- tocaba las palabras para decirme: ¡Setiembre!, y era como si sus piernas se estiraran como chicles dándole vida a su espina dorsal y, empezaba nuevamente andar sin quitarse sus gafas oscuras.

La veía deambular por la ciudad trenzando sus momentos porque así creaba su vestido que siempre lucía a veces más brilloso a veces más opaco pero siempre hermoso. A pesar de eso, de estar cubierta por una coraza blanquiazulina,  se podían ver las marcas que las ramas le dejaban al deslizarse por las interminables calles de la ciudad. "¿Para qué usa las gafas negras? sin ellas podría ver mejor y evitar ésas marcas"-me pregunté.
Se sumergía en el viento y  melodías tarareando lunas y soles- menos lunas, más soles- y era como si conversara con ellos porque meneaba la cabeza y reía conquistando manchas negras, azules y rojas; reía y se dejaba esculpir por el viento..ella y sus gafas oscuras.

Olvidé la sed insaciable que ella tenía hacia su brisa y me sumergía en ésta, necesitaba arrancarle esas gafas oscuras para que pueda ver el azul del cielo, las gacelas corriendo, las olas verdes de los árboles y las agitadas sombras de las calles. Me acerqué y le arrebaté las gafas negras...¡No le había quitado nada!, ella por contrario-en ese momento- me había dado mucho. Al quitarle las gafas oscuras noté desgarrados sus  ojos, ¡no veía! por eso ella siempre volvía a la inmensidad de su vida, vida en la que daba la cara a la ciudad con sus gafas oscuras para romper las cadenas de las palabras y del mundo, éste mundo en el que se olvida las palabras ama, vive y perdura.

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