lunes, 14 de marzo de 2011

Bi



Ariana perpetua de luz y de hielos profundos. Sube por escalas de madreselvas, de espaldas de arena y una ola de silencio esperando estaciones de un minuto-quizás dos-a minuto. Allí donde duermen trenes con vagones repletos de desatada altura, de desatada pequeñez donde paredes y manos no aseguran nada.
Una risa se derrocha en el árbol de la vida como el viento que le ciega los dos ojos de escarlata de Ariana. Y también una boca de paréntesis cabizbajo se evidencia de pronto como la lluvia que moja sus mejillas de naranja, un cambio tan brusco de emociones como el mar abrazando a la tierra.
Los dientes de la literatura la disipan de dos: la risa y la boca de paréntesis ¡es lo único! como si un marinero con piernas largas y  de traje silvestre se aventara a una lluvia loca.
Hay sonidos que traen trajes de nariz para recordarle olores de rocíos y de entierros en una catedral. Hay otros que desembocan en pupilas saltarinas como el trigo vacilante en la taza de café de Ariana.
No bastan zapatos ni noches de raíces convertidas en amapolas, sino peludos medicamentos de anteojos que ingresan a la bolsa de alimentos para evitar que ella suba en escalas de madreselvas logrando que un hermoso pájaro muestre la luz y se pose en el muérdago de su cabeza , y así dejar de insistir inconscientemente que ya no son dos sino ella, la que hoy Ariana no encuentra la voz, y una de ellas duerma para que no cambie de un minuto-quizás dos- de una risa a una boca de paréntesis, y viceversa.

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