jueves, 20 de enero de 2011

Edda






Massiel sabía que Edda había vuelto a salir y cuando ella salía era difícil poder colocarla detrás de sus pestañas. Había besado nuevamente sus cabellos ensortijados y a Massiel la había dejado llorando sin poder hablar, ya no se sentía sólo en sus rodillas sino que, por el contrario, se había colocado en las plantas de sus pies dando pisadas fuertes tan pesadas comos los rezos que a penas podían salir de Massiel en ésa noche fría tapizada de gente.
Sabía que Edda se había apoderado de sus huesos y piel manteniendo el rostro dulce que recetaba sueños- eso aún mantenía de Massiel- hallando caminos de liquídos cafés que volvían a las sienes transparentes y que dejaban que el misterio de su mundo saliera desbordando lo irracional pero de una manera peligrosa y al mismo tiempo tan auténtica, inentendible para humanos.
Sentía que se nublaba la vista, que resbalan armaduras que no se dirigian ni a flores ni a rocíos, que sólo se perdían en el viento dando formas amorfas a sus ojos, era ella, era Edda la de oscuras noches, de líquidos color café, de nudos de palabras, de ojos bellísimos pero de acciones inentendibles, indescifrables para Massiel inentendibles para humanos...ella creía que Edda jamás moriría.

¡Yo no sé! cuando Edda salía , yo nunca sabía nada.

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