domingo, 9 de enero de 2011

Hoja en blanco

                                                                                                           Robert Doisneau

Sabía que la hoja en blanco aparecería. Ella creyó que quizás algo la detendría pero ahí estaba al costado de su mesita de noche, hoy sentía que era mejor que apareciera. Se había perdido en explicaciones razonables, sabía que él se dedicaba a guardar imágenes de las comunes y a coleccionar amores de verano, ella también los coleccionaba pero sus amores eran de los que endulzaban la sal y permitían que saliera el sol...él sólo amores de verano. Lo había buscado en libros ésos que le permiten volar en lo abstracto, creía que en las líneas él le sonreiría tímidamente como aquel lunes cuando se presentó, pero nunca lo había encontrado sólo sentía como el silencio se burlaba de ella cada ves que intentaba buscarlo, sabía que el encuentro en puentes había terminado, él estaba cerca pero se seguía sintiendo como los encuentros en tazas de té y cafés de todas sus noches.  Y vivirá la agonía de la nada en privado, quizás por ser nada era que se perdía en frases y sentimientos razonables teniendo como respuesta que era mejor dejar que se desvanecieran los versos que abrieron la boca profundamente pero que era momento de cerrarla de un sólo golpe.
No sabía si eso era querer pero apretaba como si lo fuera y al mismo tiempo aliviaba de manera que dejaba pensamientos sin soledad. Ella ha tenido que cambiar su compañía por la de los libros intentado que todo sea fácil, nunca le ha gustado lo fácil pero sabe que es mejor así (mejor aparece como una palabra sin sentido), sabe que á él le gusta moldear mimos y encender luciérnagas de día perdiéndose en palabras tantas veces dichas que han llegado a convertirse en zapatos rotos para ella. Creyó que le podía pintar de azul sus ojos y alejarlo de los abismos, darle abrazos que llegan hasta el alma pero él sólo da abrazos como la venus de milo.  Le explicaba que debía dejar que la luna cayera en su cara y se vendara los ojos para que pudiera escuchar los latidos de un corazón, ella se ha preguntado muchas veces sí realmente le había escuchado últimamente ha creído que no.

La hoja en blanco seguía ahí en la mesita de noche para decir un te extraño que se partía en pedazos y se escondían sólo debajo de su cama pidiéndole que los dejará y que no los despertara. Ella quería que éstos días fueran para el olvido zurciéndose en el pecho la verdad que la razón le había presentado de la distancia entre dos mundos diferentes y sin caminos parecidos.
Al terminar de escribir el viento seguía entre el irse y quedarse...el irse se había posado hoy en su boca.

No hay comentarios: